martes, 9 de agosto de 2016

¿Cómo se diagnostica el autismo?

Todos los niños con autismo tienen problemas con:

  • Interacción social: la forma en que se relacionan con otros

  • Comunicación verbal y no verbal

  • Comportamientos o intereses repetitivos

Los bebés con el trastorno no se dejan mimar, evitan el contacto visual y no parecen querer o necesitar contacto físico o afecto. Pueden volverse rígidos o flojos cuando se los sostiene, llorar cuando se les levanta y mostrar poco interés en el contacto humano. Estos niños no sonríen o levantan sus brazos antes de ser levantados. No desarrollan apego por los padres y no muestran ninguna ansiedad normal hacia los desconocidos. No aprenden los juegos típicos de la niñez, como el cu-cu.

 

A medida que los niños con autismo crecen, a menudo tienen respuestas inusuales a experiencias sensoriales, como ciertos sonidos y la forma en que lucen los objetos. Estos síntomas pueden variar de leves a graves, y serán diferentes de un niño/a a otro. Por ejemplo, a un niño/a puede resultarle fácil aprender a leer pero tiene problemas en situaciones sociales. Sin embargo, en el autismo, cada niño/a exhibirá patrones de comunicación, sociales o conductuales que son individuales pero que se ajustan al diagnóstico general de autismo.

Los niños con autismo no siguen los patrones típicos de desarrollo infantil. En algunos niños, puede haber indicios de futuros problemas desde el nacimiento. En la mayoría de los casos, los problemas de comunicación o habilidades sociales se vuelven más notorios a medida que el niño/a crece (entre los 12 y 36 meses) y comienza a quedarse rezagado respecto a otros niños de la misma edad.

 

Algunos padres informan que los cambios ocurren en un período corto. Ellos notan que, repentinamente, sus niños comienzan a rechazar a la gente, actuar en forma extraña y perder el lenguaje y las habilidades sociales que tenían. En otros casos, hay una disminución en el nivel de progreso, de manera que la diferencia entre el niño/a con autismo y otros niños de la misma edad se vuelve más y más notoria a través del tiempo.

Mientras que una persona con autismo puede tener síntomas que van de leves a graves, alrededor del 10% de estos niños tiene una capacidad extraordinaria en un área, como las matemáticas, la memoria, la música o el arte. Esos niños se conocen como “autistas inteligentes.”

 

Aunque existen muchas preocupaciones acerca de etiquetar a un niño/a pequeño como autista, cuanto más temprano se haga el diagnóstico de autismo, más pront se pueden tomar medidas para ayudarlo. La evidencia de los últimos 15 años ha demostrado que la intervención temprana intensiva en un marco educativo óptimo por al menos dos años durante los años preescolares tiene mejores resultados en la mayoría de los niños pequeños con trastorno de espectro autista.

Para diagnosticar el autismo, los profesionales médicos observan los comportamientos específicos del niño/a. Algunos de estos comportamientos pueden ser obvios en los primeros meses de la vida, o pueden aparecer en cualquier momento durante los primeros años.

Para que se diagnostique autismo, un niño/a debe haber tenido problemas en al menos una de estas áreas: comunicación, sociabilización o comportamiento restringido antes de los tres años.

El diagnóstico tiene dos etapas. La primera etapa es la observación del desarrollo durante exámenes físicos infantiles. La segunda etapa involucra una evaluación exhaustiva por parte de un equipo multidisciplinario.

 

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